Autor: Cristina Álvarez-Marcos

¡Cuántas veces habremos escuchado el final de «fueron felices y comieron perdices»! Quién no ha visto o le han contado una historia en la que una princesa conocía a su príncipe azul, se enamoraban y, tras varios infortunios, finalmente se casaban. ¿Realmente esto sucedía o solo es un cuento? Mucho me temo que es más bien lo segundo.

Hasta no hace demasiados años, el matrimonio era concertado y nada tenía que ver con el amor ideal que se narra en la ficción. Funcionaba como un contrato o una especie de transacción entre los padres de los contrayentes. Resulta irónico que los protagonistas de  muchas  de  esas  novelas románticas  sean miembros  de  la  realeza,  ya   que   precisamente dentro de este grupo social la realidad era aún más extrema.

La bella durmiente Fuente: disneyprincess.wikia.com

El matrimonio era visto como una cuestión de estado y debía servir para establecer alianzas políticas con otros reinos, además de perpetuar el linaje y conservar o engrandecer el patrimonio transmitido. Por eso, no era extraño que muchos enlaces se acordaran desde la infancia o, lo que era más habitual, sin que los propios implicados se conocieran. ¿Cómo podía surgir entonces el amor en estas condiciones?

En el caso de la Monarquía Hispánica, uno de los ejemplos más claros que ilustran este mecanismo es el matrimonio de los Reyes Católicos en 1469. El enlace entre Isabel y Fernando forjó una sólida alianza diplomática y una estrecha colaboración militar entre las Coronas de Castilla y Aragón.

Los Reyes Católicos Fuente: Wikipedia

En su afán por aislar al reino de Francia, enfrentado con Aragón durante mucho tiempo, estos monarcas se sirvieron de su propia dinastía para desplegar un complejo sistema de alianzas matrimoniales. Es decir, utilizaron a su único heredero varón y a sus cuatro hijas para afianzar su poder en el continente europeo. ¿Fueron felices y comieron perdices estos jóvenes? Vamos a verlo…

Con el fin de consolidar la situación en la Península Ibérica y desactivar el viejo enfrentamiento con la Casa de Avis1, estos monarcas decidieron casar a su primera hija, Isabel, con el infante Alfonso de Portugal. El matrimonio se concertó en 1479, pero ambos eran unos niños entonces. De modo que la boda no se celebró hasta 1490, cuando el príncipe alcanzó los 15 años de edad y tenía la madurez física necesaria para procrear.

Pese a que, inicialmente, Isabel no deseaba tal enlace, ella y el heredero al trono se enamoraron al conocerse. Parecería que esto es una excepción a la regla, pero el amor no duró demasiado… Menos de un año después de casarse, Alfonso murió tras sufrir una caída de caballo.

Isabel de Aragón (1470-1498) Fuente: Wikipedia

Entonces, Isabel regresó a Castilla con gran pena y dolor, queriendo tomar los hábitos y convertirse en monja. Desoyendo sus deseos y en contra de su voluntad, sus padres la volvieron a casar con otro heredero al trono portugués, Manuel, en 1497. En esta ocasión su matrimonio no resultó tan dichoso como el anterior y, un año después, fue ella quien falleció con apenas 27 años al poco de dar a luz a su único hijo, Miguel de la Paz, que se convertiría temporalmente en el heredero de todos los territorios peninsulares.

Juana de Castilla (1479-1555) Fuente: Wikipedia

Por otro lado, los Reyes Católicos buscaron crear una doble alianza con otro poder emergente, la familia de los Habsburgo-Borgoña, a través del respectivo matrimonio de la infanta Juana y el príncipe Juan con los hijos del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. De este modo, también reforzaban las relaciones comerciales con Flandes.

En primer lugar, trataremos el caso de Juana, cuya vida tal vez fue la más infeliz de todas. Aunque previamente se había considerado su enlace con el delfín de Francia y el rey de Escocia, finalmente se casó con el archiduque Felipe de Habsburgo en 1496. El arduo viaje que realizó a Flandes podía ser

Igual que su hermana, Juana se enamoró de su futuro esposo nada más conocerle, pero el interés de éste fue pasajero. La indiferencia de Felipe, sumado a sus muchas infidelidades, generaron en la infanta castellana unos celos que, según varios autores, fueron el origen de su posterior locura2. Tras fallecer quienes estaban por delante de ella en la línea sucesoria, se convirtió en reina de Castilla a la muerte de su madre, quedando en medio de la disputa por el poder que mantuvieron su ambicioso marido y su padre.

El mismo año en que llegaron a España (1506), el rey consorte Felipe I murió en la conocida Casa del Cordón (Burgos) en sospechosas circunstancias. Posteriormente, Juana viviría recluida en un convento de la villa vallisoletana de Tordesillas hasta que falleciese en 1555. Es muy triste saber que tal encierro fue ordenado por su propio padre y continuado por el emperador Carlos V, uno de sus seis hijos.

Juan de Aragón (1478-1497) Fuente: casarealdeespana.es

Si hasta aquí parece poco, no te preocupes que hay más. Veamos lo que sucedió con el primogénito de los Reyes Católicos, aunque ya podrás imaginar que nada bueno. En 1497, Juan contrajo matrimonio con Margarita de Austria en la ciudad Burgos. Pero apenas seis meses después de celebrarse el feliz enlace, el heredero murió de forma prematura con 19 años a causa de unas fiebres.

Por si éste no fuera un duro golpe para los monarcas, la hija póstuma que tuvo Margarita nació muerta, ocasionando que la archiduquesa volviese a Flandes, donde se ocupó por un tiempo de la educación de su sobrino Carlos.

Respecto a la cuarta hija de los soberanos católicos, María, se casó en 1500 con el viudo de su hermana Isabel, entonces rey Manuel, con quien tuvo hasta diez hijos. Entre ellos, dio a luz al futuro monarca de Portugal y a la que sería esposa del emperador Carlos V, pese a su cercano parentesco (primos carnales)3.

Puede parecer que la vida de María resultase sin duda más dichosa, pero la prolífica descendencia que tuvo ocasionó que su salud se resintiera y muriese con 34 años tras su último parto.

María de Aragón (1482-1517)
Fuente: www.cervantesvirtual.com

Y, finalmente, ¿qué paso con Catalina, la más pequeña de los hermanos? Si sus padres hubiesen sabido el futuro que le esperaba a su última hija, a lo mejor se lo hubieran pensado dos veces antes de emparentarla con los ingleses. En primeras nupcias, se casó con el príncipe Arturo de Gales en 1501, cuando ambos alcanzaron la edad mínima para poder consumar el matrimonio. Pero el joven heredero de la dinastía Tudor enfermó y murió a los pocos meses, con tan solo 15 años.

Entonces, tras varias negociaciones, la princesa fue prometida al hermano menor de su fallecido esposo, Enrique, con quien se casaría en 1509, convirtiéndose así en reina de Inglaterra. De los seis embarazos que tuvo, solo una hija consiguió sobrevivir, María Tudor.

La falta del ansiado heredero varón y el encaprichamiento del monarca por una de sus amantes, Ana Bolena, desencadenaría un cisma con la Iglesia católica por negarse a anular el matrimonio real. Por eso, Enrique VIII asumió la supremacía de la Iglesia anglicana, declarando inválido su enlace en 1533 para casarse después con Ana Bolena.

Catalina de Aragón (1485-1536) Fuente: Wikipedia

Desterrada de la corte, sin poder ver ni comunicarse con su adorada hija, Catalina murió a principios de 1536 a raíz de un posible cáncer. Pese a haber sido repudiada por su marido, el pueblo inglés siempre la tuvo en una alta estima, que sigue perdurando en la actualidad.

La política matrimonial de los Reyes Católicos

Como has podido apreciar, el linaje de los Reyes Católicos es un clarísimo reflejo de que estos personajes rara vez podían encontrar la felicidad en el amor y que perdurase en el tiempo. Y éste es solo uno de los numerosos ejemplos que podemos encontrar en la Historia.

En cualquier caso, es innegable que la hábil política matrimonial4 llevada a cabo por estos soberanos y una serie de imprevistas muertes acabarían dando origen al imperio de los Habsburgo, que finalmente lograría aislar al reino de Francia. Es cierto que todas las dinastías europeas emplearon las combinaciones matrimoniales para garantizar las alianzas políticas y ampliar sus posesiones, pero ninguna tuvo tanto éxito como la Monarquía Hispánica.

Posteriormente, la dinastía de los Habsburgo, o también llamada Casa de Austria, siguió la misma estrategia y la anexión de todos los territorios que quedaron bajo su control fue fruto de ello. Por eso, en las cortes europeas se decía: “Deja que la guerra la hagan otros; tú, feliz Austria, cásate”.

Notas al pie de página

1 No hay que olvidar que la reina católica tuvo que enfrentarse a su sobrina Juana la Beltraneja, hija de una portuguesa, para defender su posición en el trono castellano.un preludio de lo que le deparaba el futuro.

2 Por eso, también se la suele conocer como Juana la Loca.

3 En principio, la Iglesia católica prohibía los matrimonios entre familiares con lazos de consanguineidad muy próximos. Sin embargo, el incesto se podía evitar con dispensas eclesiásticas como las bulas papales, muy utilizadas por la monarquía para conseguir las alianzas matrimoniales.

4 En la serie de televisión española Isabel, este fenómeno queda perfectamente recogido en la secuencia del siguiente enlace: https://bit.ly/2yEcgB3

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Aram, B. (2001). La reina Juana: gobierno, piedad y dinastía. Marcial Pons Historia

Fernández, M. (2003). Isabel la Católica. Madrid: Espasa

Floristán, A. (2011). Historia de España en la Edad Moderna. Barcelona: Ariel Ladero, M. A. (2012). Isabel I de Castilla. Siete ensayos sobre la reina, su entorno

y sus empresas. Madrid: Dykinson

Lapeyre, H. (1975). Las monarquías europeas del siglo XVI: las relaciones internacionales. Barcelona: Labor

Zalama, M. A. (2010). Juana I en Tordesillas: su mundo, su entorno. Valladolid: Ayuntamiento de Tordesillas