Autores/as: Víctor Revilla Cuesta, Vanesa Ortega López, Marta Skaf Revenga, Juan Manuel Manso Villalaín del grupo SUstainable CONStruction research group de la Universidad de Burgos

Todo comenzó…

La idea de escribir este artículo fue fruto de una casualidad, una casualidad motivada por el clima burgalés. Era una tarde de otoño, francamente desapacible, fría y lluviosa. Además, el conocido como horario de invierno se hacía notar, pues a las 6:00 PM era ya de noche. Para más inri, a estas condiciones climatológicas se unieron mis nulas ganas de tomar algo en un bar o ir a ver una película al cine. Así, ante esta situación, opté por quedarme en casa la tarde de un viernes…

Tomada esta decisión, la pregunta que tuve que resolver a continuación fue de las complicadas: “¿qué (narices) hago?” Por una parte, encima de la mesa de la habitación tenía la agenda, en la cual anoto todas las cosas pendientes del trabajo. La abrí, miré la citada lista, la cual era larga, quizás excesivamente larga, y apareció en mí una cierta predisposición a avanzar en las tareas atrasadas.

Sin embargo, mi pepito grillo, como si de un mecanismo de defensa se tratase, me susurró “Es viernes por la tarde, y los viernes por la tarde no se trabaja, ¡espabila!” Así que descarté la agenda y me dediqué a cultivar la mente como alguien aburrido en casa y sin ninguna obligación familiar solo sabe hacer: zapear, escuchar música y vagar como un león enjaulado. Perdonad, pero no estoy muy seguro en qué orden hice estas cosas, puede que incluso hiciese todas a la vez.

Tras haber invertido alrededor de una hora de mi vida en tan provechosas actividades, decidí seguir cultivando mi mente, pero esta vez delante del ordenador. Así, me leí unos cuantos periódicos deportivos y revistas de sociedad. En este tiempo descubrí un montón de información que no me interesaba en absoluto, y encontré una palabra, hastío, cuyo significado no tenía nada claro, por lo que, como todo buen castellano que se precie, me dirigí al diccionario online de la Real Academia Española (RAE) para resolver mi duda. Y tras ello, me quedé enganchado en esta magnífica obra, buscando palabras entre sus más de 200.000 entradas. Así descubrí cosas interesantes, como que murciélago también se puede decir murciégalo o que un amigo mío lleva pronunciando de forma inadecuada cuajada toda su vida, pues él dice “cajuada”, forma que la RAE no admite (que cara me puso cuando se lo conté…).

Trabajabilidad: un problema de definición

Dice la cultura popular que la cabra tira al monte, y en mi caso no fue una excepción. Para nula sorpresa, acabé mirando en el diccionario de la RAE la definición de términos técnicos de mi formación, la de un Ingeniero de Caminos especializado en hormigón. Busqué en primer lugar términos como hormigón o árido, la definición era correcta. Luego llegó el turno de trabajabilidad. Tecleé las letras y pinché en el cuadrito azul de consultar. El resultado de la búsqueda me dejó helado, ya que “la palabra trabajabilidad no está en el Diccionario”. Estupefacción, incredulidad… Esas fueron las sensaciones que experimenté cuando eso sucedió. “¿¡Cómo es esto posible?! ¡Pero si hasta sé decirla en inglés, workability!”. Luego, más sereno, me acordé del Concurso de Artículos de Divulgación de la Universidad de Burgos y decidí que iba a hacer un alegato por este término.

Vamos a partir del concepto de hormigón. El hormigón es posiblemente el material de construcción más extendido y se trata de un material compuesto, es decir, un material formado por la mezcla de otros materiales, tal y como se muestra en la Figura 1. En este caso tenemos tres componentes básicos. En primer lugar el cemento, que es un material similar al polvo que al mezclarlo con agua fragua y desarrolla resistencia. Por tanto, el segundo componente básico del hormigón es, como seguramente habrás imaginado, el agua. En último lugar nos encontramos con el árido, que son piedras, cantos rodados, que quedan en el interior del cemento cuando endurece. Dicho así, parece que es sencillo hacer hormigón, y efectivamente lo es. Otra cosa es que cuando lo elaboremos consigamos la resistencia y la trabajabilidad que buscamos…

Figura 1. Interior de una probeta de hormigón

La resistencia es importante porque el hormigón debe soportar la carga, o peso, existente. Parece evidente que para hacer un edificio de tres plantas necesito un hormigón de menor resistencia que si me lanzo a construir un edificio de veinte alturas. En el edificio de veinte plantas el hormigón de la planta baja tiene que soportar el peso de veinte pisos, no solo de tres ¿no? Sin embargo, para diseñar un hormigón en términos de resistencia no vale la solución “ideal” que posiblemente estés pensando: hago un hormigón con una resistencia válida para el edificio de veinte plantas y también me vale para el de tres.

Querido amig@… el dinero es, sin ninguna duda, lo más importante en la obra civil, y cuanto más resistente sea el hormigón, más caro será. Por lo que, si te puedes gastar la mitad de dinero para construir tu edificio de tres plantas utilizando un hormigón con la resistencia justa y necesaria, ¿por qué utilizar un hormigón válido para un edificio de veinte plantas y que es el doble de caro? Aquí tienes la primera clave al diseñar hormigón, el difícil equilibrio entre resistencia y economía.

Figura 2. Pilares cuadrados de hormigón (izquierda). Cúpula de hormigón del mercado de abasto de Algeciras (derecha)

Una de las claves del diseño

Mi querida amiga la TRABAJABILIDAD también es clave en el diseño. Intuitivamente un material con una adecuada trabajabilidad es aquel al que se le puede dar forma sin mucho esfuerzo. Por ejemplo, la plastilina (recién comprada, no aquella abandonada durante años en algún armario) es un material trabajable, pues con nuestras manos podemos darle cualquier forma. Con el hormigón pasa exactamente lo mismo, pues nada más fabricarlo, cuando se encuentra en estado fresco, es una especie de sólido deformable. Y la capacidad de un hormigón para deformarse nada más ser fabricado es su trabajabilidad.

Un hormigón será trabajable cuando es muy deformable y puede adaptarse perfectamente a un encofrado (caja con la que se da forma al hormigón) de cualquier geometría, desde algo simple como un pilar cuadrado (Figura 2 izquierda) a algo complejo como una cubierta en forma de cúpula (Figura 2 derecha). Un hormigón no trabajable necesita un gran vibrado (energía) para adaptarse a encofrados de formas complejas.

Figura 3. Compactación del hormigón en una presa (izquierda); bombeo de hormigón (derecha)

La trabajabilidad del hormigón también afecta a su puesta en obra, a cómo se vierte en el encofrado. Un hormigón de poca trabajabilidad ni precisa encofrado, pues al verterlo no se desparrama. Muchas veces es tan poco deformable que para extenderlo y compactarlo hay utilizar compactadores como los empleados para construir carreteras (hormigón compactado con rodillo), como en las presas (Figura 3 izquierda).

Un hormigón muy trabajable se comporta como un líquido, y se puede bombear del mismo modo que se bombea el agua para sacarla de un pozo. Claramente este es el hormigón a utilizar para hormigonar en zonas de difícil acceso (Figura 3 derecha). El hormigón de la máxima trabajabilidad se denomina hormigón autocompactante (Figura 4), y es capaz de llenar el encofrado por sí mismo al verterlo, sin necesidad de maquinaria.

Figura 4. Hormigón autocompactante puesto en obra que al verterlo se comporta como un líquido

Definir por tanto un hormigón de adecuada trabajabilidad para la aplicación y el modo de puesta en obra a emplear es fundamental. Por su importancia, la determinación de la trabajabilidad del hormigón se hace mediante un ensayo normalizado, el ensayo del cono de Abrams. En él, una cantidad determinada de hormigón se vierte en un cono con las dos bases huecas. Posteriormente, el cono se levanta verticalmente y se mide el asiento, el descenso de superficie del hormigón.

Si el asiento es menor de dos centímetros el hormigón es seco y para extenderlo se necesitan grandes compactadores. Si el asiento es de veinte centímetros, amigo, estás en el límite para obtener un hormigón autocompactante y tendrás que estudiarte sus cinco ensayos de trabajabilidad. En función del asiento, se distinguen cinco trabajabilidades del hormigón (Figura 5), las cuales se utilizan para identificar rápidamente la trabajabilidad del hormigón a diseñar. La Figura 6 muestra un hormigón de trabajabilidad líquida.

Figura 6. Hormigón de trabajabilidad líquida

Vista la relevancia de la trabajabilidad del hormigón para definir su aplicación y puesta en obra, tal y como os he contado, en su momento no me creí que no estuviese en el diccionario de la RAE. No obstante, a su favor he de decir que el término técnico es consistencia, trabajabilidad es una palabra más de andar por casa. Por cierto, no quiero olvidar hacer referencia a cómo se modifica la trabajabilidad del hormigón. Esto se hace mediante su composición, añadiendo más o menos agua, o modificando la proporción entre cemento y árido, entre otras cosas. Es decir, fijando de forma precisa las cantidades de los ingredientes, como en un pastel. Querido ingeniero hormigonero… ¡no sabía que en el fondo fueses pastelero!


Referencias


https://dle.rae.es/
https://es.wikipedia.org/wiki/Material_compuesto
https://hormigon.es/guia-rapida-trabajabilidad-hormigon.aspx
https://www.cemex.es/productos-y-soluciones/hormigon/especial/autocompactante
https://www.youtube.com/watch?app=desktop&v=cl0PyfTOo8Q