O cómo se resuelve la relación matemática entre Mao Tse-Tung, las langostas demandinas, el (PIM) y el (PIY) extremeños, el décimo Duque de Frías y Félix Rodríguez de la Fuente

Autor: Juan José Martín García.

Esta Historia de setecientos años de duración que comienza y acaba en la provincia de Burgos nos llevará en un viaje intercontinental, y gracias a las pequeñas alas de su protagonista, hasta las inmensidades de la lejana China, pasando por los feraces campos de Extremadura y los densos arrozales de Kenia. La solución a la operación matemática que plantea es relativamente sencilla, remitiendo a la preservación de la Naturaleza por encima del poder destructivo del Hombre, en un guiño hacia el palpitar humilde pero valiente del corazón de un superviviente de la globalización y el cambio climático: el gorrión.

Desde el último tercio del siglo XIV y hasta las primeras décadas del siglo XIX, Fresneda de la Sierra, en la Demanda burgalesa, formó parte del señorío de los Velasco, familia que convirtió en hereditario el oficio de Condestable de Castilla y que, a una larga lista de títulos, añadió el de Duque de Frías (DF). El auge de esta casa nobiliaria vino dado por su apoyo a los Trastámara en la primera guerra civil castellana, favoreciendo su irrupción en la Sierra, donde, para 1384, Pedro Fernández de Velasco fue su primer señor.

El Duque de Frías determinó el funcionamiento de la justicia, la elección de alcaldes y regidores, o las pérdidas de derechos del concejo en favor de Bernardino Fernández de Velasco, Duque de Frías entre 1493 y 1512. Además del pago de diferentes impuestos, los siguientes Duques de Frías marcaron la vida socioeconómica, puntualizando desde los pesos y medidas locales hasta la existencia de panaderías, tabernas, abasto de carne, prohibición de celebrar concejos de noche por los tumultos que pudieran ocasionarse, apeos, repartimientos de contribuciones, arreglo de caminos y calles, o concertando las penas de cámara [1].

En 1731, en una de las «Residencias» o revisiones de estas obligaciones, dictaminada por el Décimo Duque de Frías, se indicaba lo siguiente en el capítulo 11, relativo a los «Pájaros»:

«Y porque se halla informado su Merced de que no se ha observado ni guardado el capítulo 11 del Auto de Buen Gobierno en que se previene que por los graves daños que hacen los pájaros gorriones en los sembrados, graneros y pajares de esta Villa, cada vecino en cada un año matase doce de ellos para extinguir aves tan perjudiciales». Por todo lo cual, «y atendiendo su merced a este remedio y evitar el notorio perjuicio, mandó que dichos vecinos en los meses siguientes y cada uno de ellos maten cuatro y en los sucesivos a doce, los que hayan de entregar y entreguen a los alcaldes que son o fueren, y para que no haya fraude en la entrega se les corten las cabezas, y el que no lo hiciere pague por cada uno un real de vellón» [2].

Décimo Duque de Frías

Diecisiete años después, en 1748, se les recordaba el incumplimiento del auto del Duque de Frías al no exterminar los gorriones prescritos, apostillando que provocaban «daños en las mieses», por lo que «mandaba su merced que en adelante en cada año» cada vecino entregase muertos una docena «en los meses antes del tiempo de la cría de dichos pájaros», triplicando la multa anterior, ya de por sí gravosa, y aplicando 3.000 maravedíes de pena al alcalde si no verificaba dicho aniquilamiento [3]. Afortunadamente, los fresnedinos, magníficos conocedores del ecosistema que les sustentaba, no hicieron caso a las amenazas de multa, evitando de forma inteligente la pérdida de sus cosechas por culpa de las langostas, así como la proliferación de insectos.

Al igual que en la Demanda burgalesa, en la espaciosa Extremadura se siguieron estos mismos procedimientos durante siglos. Recogiendo datos de 200 archivos entre 1500 y 1899, se demostraron caídas en el número de gorriones motivadas por factores medioambientales y humanos. El índice espacial (PIM) mostró valores (PIM > 4) que respondían a esta persecución, y el índice temporal (PIY) alcanzó valores máximos (PIY = 7,3) a mediados del siglo XVIII, no porque cesase, sino por ser años templados de la «Pequeña Edad de Hielo», lo que posibilitó mayor alimento para los gorriones. Más adelante, a finales del siglo XIX influyeron positivamente aspectos políticos y de mentalidades, como un mayor interés por la conservación de las aves promovido por los regeneracionistas [4].

Posteriormente, en 1958, el líder chino Mao Tse-Tung (MTT) proclamó el «Gran Salto Adelante», una serie de medidas para la industrialización y colectivización de China a realizar en tres años. Entre ellas, la «Campaña de las cuatro plagas» ‒mosquito, mosca, rata y gorrión‒ que procuró exterminar estas especies. Según sus cálculos, cada gorrión comía unos 5 kilogramos de grano anuales, por lo que matando diez millones de gorriones se podrían alimentar 600.000 personas. Mao Tse-Tung bendijo como “hecho revolucionario” extinguirlos de las formas más variadas, golpeando cazuelas hasta morir de agotamiento, destrozando sus nidos, cazándolos, envenenándolos. Con ello se logró su práctica desaparición. Sin embargo, el lema de Mao Tse-Tung, «ren ding sheng tian» –«el Hombre debe derrotar a la Naturaleza»– se volvió contra China. La ruptura de la cadena trófica provocó la propagación de plagas de langostas, gusanos, chicharras, que a su vez ocasionaron el esquilmo de cosechas y, con ello, la muerte por hambre de 45 millones de personas [5].

Hace apenas un mes, varios medios de comunicación advertían que el gobierno de Kenia pretendía aniquilar al «quelea», un ave procedente del África subsahariana al que se achacaba nada menos que la desaparición del 75% de la cosecha de arroz del país [6]. La solución, el exterminio de 6 millones de estas aves mediante un pesticida, el fentión. La consecuencia –más que probable–, el aniquilamiento de miles de ejemplares de otras especies, de las propias cosechas y de miles de seres humanos.

La soberbia de la Humanidad, que pierde el contacto con la Naturaleza, la ceguera del “progreso” malentendido que puede llevarla irremediablemente a autodestruirse, contó con un verdadero profeta salvífico, un burgalés universal que prodigiosamente sembró la conciencia ambiental en España. Nada más elocuente que la voz de Félix Rodríguez de la Fuente al describir su primer contacto con la piel de la Tierra:

«En el límite de la Meseta, antes de que la severa orografía de Castilla se desplome hacia el mar por el fragoso escalón de la Cordillera Cantábrica, existe un anchuroso páramo, una tierra rigurosa de pastores y de lobos, alta ruta de pájaros viajeros que fue la más fascinante escuela en los días de mi infancia. Deambular por la llanura, acechar, descubrir nuevas formas y manifestaciones de la vida, era para mí un placer atávico, viejo y vital como la misma Humanidad».

Félix Rodríguez de la Fuente

Una ventana a los secretos de la vida y de su razón última, la íntima imbricación con el medio ambiente que la sustenta:

«Dichosa curiosidad antigua, telúrica, que colma su sed directamente en las fuentes de la tierra y va ligando al hombre, mediante raíces fuertes y profundas, a la Naturaleza, de la que es síntesis y espejo».

Félix Rodríguez de la Fuente

Y, en esa lección primigenia, la relevancia que daba Félix Rodríguez de la Fuente (FRF) a las jornadas como «pajarero» por los montes y páramos de Poza de la Sal, y que calificaba como decisivas para su vocación de naturalista:

«Era maravilloso, tendido en las praderas de aquel calvero, con el pueblo a mis espaldas, contemplar y escuchar los cantos de los gorriones en los tejados, las pasadas chirriantes de los vencejos, los movimientos de las golondrinas…

También oía el silbido del mirlo que cantaba en un viejo nogal de la huerta, y veía a los reyes de los pájaros, a los señores del espacio, los buitres, las águilas, los halcones. Los seguía con la mirada infantil, sin ninguna preocupación, sintiendo debajo de mi espalda el palpitar de la Tierra en la naciente primavera, sintiendo la frescura de la hierba en las palmas de mis manos y con mis ojos colgados del cielo» [7].

Félix Rodríguez de la Fuente

Solución Operación = Σ PD – DF10 – LDD ‒ (PIM > 4) + (PIY = 7,3) – MTT45 + FRF = Gorrión


[1] Archivo Histórico de la Nobleza ‒en adelante (AHNO)‒, Sign. FRÍAS, C. 294, D. 31-32, 1 de enero de 1580; (AHNO), Sign. FRÍAS, C. 294, D. 24, 18 de marzo de 1607; (AHNO), Sign. FRÍAS, C. 294, D. 27, 7 de octubre de 1643.

[2] (AHNO), Sign. FRÍAS, C. 306, D. 8, fol. 28. Residencia realizada entre el 29 de octubre y el 2 de noviembre de 1731.

[3] (AHNO), Sign. FRÍAS, C. 306, D. 13, fol. 58. Residencia realizada entre el 9 y el 19 de noviembre de 1748.

[4] Torres, L.M.; Ferrero, J.J.; Martín, D.; Moral, F.J.; Bueno, P.; Morillo, J.R.; Sánchez, A.; y Mendiola, F.J.: «Las plagas de gorriones en Extremadura durante cuatro siglos (1501-1900)», Ardeola, vol. 62, nº 1, 2015, pp. 19-33.

[5] Meng, X.; Qian, N.; y Yared, P.: «The Institutional Causes of China’s Great Famine, 1959-1961», Review of Economic Studies, 82, 2015, pp. 1.568-1.611.

[6] Martín, A.: «Kenia se arriesga a matar a su población de hambre; la “culpa” la tiene un pájaro», en hipertextual.com, 6 de febrero de 2023.

[7] Rodríguez de la Fuente, Odile: Félix. Un hombre en la Tierra. Barcelona, Planeta, 2020, pp. 21-41.