Este artículo ha ganado el Segundo Premio del VI Concurso de Artículos de Divulgación Científica de la Universidad de Burgos.

Autor: Martín Pérez Estébanez.

El 2 de mayo de 1915, Clara Immerwahr decidió acabar con su vida. Su marido Fritz, profundamente dormido, no escuchó ninguno de los dos disparos que atravesaron el pecho de su mujer en mitad de la noche. Tampoco se despertó minutos antes, cuando ella entró al cuarto para robar su pistola. Fue Herrman, el hijo de ambos, quien encontró el cuerpo sin vida de su madre. Todo ocurrió la misma noche en la que la familia celebraba el regreso de Fritz, quien había vuelto del frente de Ypres sin heridas y condecorado como capitán del ejército alemán.

Clara Immerwahr

Un siglo más tarde, una solitaria placa a las afueras de Berlín señala el sitio donde Clara Immerwahr puso fin a su angustia. De este modo recordamos a una mujer valiente y prometedora: Clara fue la primera mujer de la historia en obtener un doctorado en la universidad de Breslau, en la actual Polonia, en una época donde dicha universidad no aceptaba mujeres en sus filas. Para acceder a su formación, Clara tuvo que aprobar varios exámenes y mostrar un certificado legal de buena conducta, entre otros requisitos, cosa jamás requerida a ningún alumno. Tras esto, obtuvo permiso para asistir (como oyente) a las clases donde lograría formarse en su gran pasión: la química. Tras años de formación, la prometedora Clara culminó su doctorado en química-física con calificación magna cum laude. Por desgracia, su carrera científica fue asfixiada antes de comenzar debido al matrimonio.

Fritz Haber

Su marido, Fritz Haber, era un científico exitoso como pocos. En su laboratorio de Dahlem, cerca de Berlín, Fritz tuvo la oportunidad de codearse con los más prestigiosos científicos de la época, al mismo tiempo que centraba sus esfuerzos en resolver uno de los grandes retos de la química, que llevaba más de siglo y medio sin resolverse: la síntesis eficiente de amoniaco. Esto sorprenderá a muchos, ya que el amoniaco es un compuesto muy común, utilizado entre otras cosas para limpiar las manchas de la cocina. ¿Qué interés puede tener un compuesto tan vulgar? Pues el suficiente como para obsesionar a los químicos a lo largo de todo el siglo XIX. 

El amoniaco es un compuesto con miles de aplicaciones, pero la más importante es, sin duda, su uso para fabricar fertilizantes. Esto se debe a que el amoniaco es un compuesto rico en nitrógeno, ya que su fórmula química es NH3: un átomo de nitrógeno y 3 de hidrógeno. Esto lo hace ideal para fabricar abonos y fertilizantes, ya que el nitrógeno es un elemento químico esencial para la vida, pero muy difícil de obtener en la naturaleza.

La gran contribución de Haber fue encontrar unas condiciones experimentales en las que el nitrógeno y el hidrógeno, los dos componentes del amoniaco, reaccionasen entre sí. Este problema no es baladí, ya que el nitrógeno, el gas que compone el 80% del aire que respiramos, es una sustancia extremadamente inerte: los átomos de nitrógeno que respiramos están fuertemente unidos entre sí por un triple enlace covalente, y esto hace que sea muy difícil hacer que el nitrógeno reaccione con otras sustancias. 

Para lograr activar el nitrógeno, Haber recurrió a la fuerza bruta: en un reactor, mezcló nitrógeno e hidrógeno (los dos elementos que componen el amoniaco) y los calentó hasta alcanzar cientos de grados de temperatura y de atmósferas de presión. Por si fuera poco, trató de forzar más la reacción añadiendo una malla de hierro que actuaría como catalizador, es decir, que se encargaría de acelerar la reacción de formación del amoniaco pero sin consumirse en dicho proceso. 

Esquema del proceso Haber-Bosch

Tras años de investigación, Haber cumplió su objetivo: encontró las condiciones perfectas para sintetizar amoniaco en cantidades lo suficientemente grandes como para alimentar a una industria hambrienta de esta molécula, que la usaría para fabricar abonos, fertilizantes y muchos más compuestos. A su gran invento se le conoce como proceso Haber-Bosch, y su impacto en el mundo es innegable: Se calcula que esta invención mantiene con vida al 50% de la población mundial, ya que nuestra sociedad requiere de una gran cantidad de fertilizantes para alimentarse. Para fabricarlos, hoy en día seguimos usando el proceso Haber-Bosch, que consume aproximadamente el 2% de toda la energía generada en el mundo. Este invento le otorgó a Fritz Haber el Nobel de Química en 1918 por su capacidad de convertir el aire en pan gracias a la generación de fertilizantes, permitiendo la gran explosión demográfica que el mundo experimentó en el siglo XX.

Clara y Fritz se conocieron en el tren mientras estudiaban química. Se casaron en 1901, siendo ambos dos prometedores investigadores de este campo. Todo apuntaba a que serían una bonita pareja de investigadores que se acompañarían desde el laboratorio hasta casa, como una versión alemana del matrimonio Curie, pero no fue así. Desde el nacimiento de su primer hijo Clara quedó relegada a sus tareas de cuidadora, viéndose alejándola de la investigación. Ni siquiera la exitosa carrera de Haber, que les dio una vida pudiente, pudo asegurar una plaza como investigadora a Clara, quien tenía buena formación en el estudio químico-físico de gases: el campo de investigación de su marido. Las cartas escritas por Clara a sus amigos revelaban su profunda tristeza por verse rechazada en un mundo de hombres. 

Mientras Clara miraba al futuro en espera de una oportunidad, lo único que llegó fue la guerra. En 1914, el estallido de la I Guerra Mundial marcó un antes y un después en la carrera de Fritz Haber. El químico, fuertemente nacionalista, se sumó al esfuerzo bélico desde el primer momento, señalando a las autoridades que su gran invento, el proceso Haber-Bosch, no solo podía alimentar a los campos de cultivo. También podía alimentar el fuego de artillería. 

Como decíamos antes, el amoniaco tiene diversas aplicaciones. La mayoría de industrias convertía el amoniaco generado en el proceso Haber-Bosch en nitratos, una familia de compuestos químicos muy presente en los fertilizantes, y también en la pólvora. Durante la economía de guerra, Alemania tuvo grandes dificultades para seguir fabricando munición de artillería, debido a la falta de nitratos que importaba desde Chile. Lo único que salvó a Alemania de quedarse sin munición fue el proceso Haber-Bosch, que permitió generar grandes cantidades de amoniaco para luego ser usado como materia prima en sus municiones. 

Ataque con armas químicas en Flandes, 1917

Haber vio en la guerra una posibilidad de desarrollo profesional, y se esforzó en demostrar que la química era una herramienta fundamental para la industria bélica. Desde el comienzo de la guerra, Fritz comenzó a estudiar la generación de nuevos explosivos. Pero un accidente en su laboratorio, que culminó con varios muertos, le hizo cambiar de estrategia. Rápidamente Fritz Haber decidió desarrollar armas químicas, como el gas cloro: un gas terriblemente tóxico y más denso que el aire, lo que le permitía penetrar en las trincheras del frente.

En 1915, en la batalla de Yprés, el ejército alemán liberó una gran nube de 168 toneladas de cloro que fue arrastrado por el viento hasta el frente enemigo. Sólo en esa batalla, los alemanes causaron 5.000 bajas y 15.000 heridos a causa del gas. Fritz Haber contempló este ataque desde la retaguardia, estudiando la efectividad de su idea. Tras dicho ataque, le ascendieron a capitán del ejército alemán. 

Cuando Fritz Haber volvió a casa celebró por todo lo alto su ascenso a capitán. Su mujer Clara, sin embargo, no se alegró. A la tristeza acumulada de su matrimonio, reflejada en sus misivas, junto con la frustración de verse apartada de la ciencia, ahora se sumaba el horror de la realidad de la guerra, y cómo las investigaciones de su marido conllevaron la pérdida de miles de vidas.

Placa conmemorativa a Clara Immerwahr

Hoy, más de 100 años después, una solitaria placa recuerda el lugar donde Clara se suicidó. Se encuentra en un jardín entre su antigua casa y los laboratorios donde se fraguaron dos inventos antagónicos: El proceso Haber-Bosch, que mantiene vivas a millones de personas, y las primeras armas químicas, que mataron a miles y son recordadas como una auténtica abominación de la ciencia.

En esta pequeña placa se condensan tres historias: dos que fueron y una que no. La del científico honrado que buscaba la forma de alimentar a la humanidad, la del científico malvado que buscaba la forma de ganar una guerra y la de la científica que se vio forzada a permanecer al margen, con el saber necesario para actuar, pero la imposibilidad de hacerlo, simplemente por haber nacido mujer. Ojalá nos sirva durante muchos años para seguir aprendiendo de los logros y los errores cometidos en el pasado.

Para saber más:

Bibliografía

Para aprender más sobre Fritz-Haber:

  • El hombre que mató y salvó a millones. Vídeo de Veritasium en español.
  • Otra visión del proceso Haber-Bosch (Elaboración propia).

Origen de las imágenes: