Autora: Sandra Curiel Alegre, investigadora del ICCRAM Medioambiente y Sostenibilidad de la Universidad de Burgos.

Han sido muchos los años en los que el trabajo de un científico no ha sido reconocido por la sociedad, en los que las personas que nos rodeaban no entendían para qué servía nuestra labor. Pero algo está cambiando, cada vez son más los que confían en nosotros para solucionar muchos de los problemas que existen en el mundo. A veces pienso que gracias a esta situación de pandemia que nos ha arrollado, de alguna manera, nuestro trabajo ha empezado a reconocerse. Se han dado cuenta que invertir en ciencia es eso, es confiar en que unas personas tengan recursos en sus laboratorios para poder solucionar los problemas a los que nos enfrentamos diariamente.

Ahora mismo, a todos nos queda claro que el gran hito de 2020 fue el desarrollo récord de vacunas contra el SARS-CoV-2, pero el desarrollo científico no ha acabado aquí. La revista Science publicó en diciembre de 2021 los hitos de ese año, entre los cuales se encontraban temas tan dispares como la capacidad de utilizar la inteligencia artificial para adivinar la estructura de las proteínas, la extracción y análisis de ADN de suelos para reescribir la historia de animales y humanos, o el uso de la edición del código genético CRISPR para mejorar la visión en personas con ceguera hereditaria (I. R. Humphreys et al., 2021).

Recogida de muestras en el terreno

Los científicos… ¿son todos buenos?

Pero aquí os voy a contar cómo no todos los científicos somos tan “buenos”. Y es que en la Universidad de Burgos hay un grupo que tenemos por costumbre ir terminando con muchas vidas. Cuando digo muchas, me refiero a todas las que se nos ponen por delante. Quizás tras el discurso anterior habéis empezado a pensar que todos nos dedicamos a salvar a la humanidad, pero nada más lejos de la realidad.

Bueno, pues ha llegado el momento de contaros qué hacemos y sobre todo porqué nos dedicamos a ir terminando con la vida de tantos seres vivos. Cierto es que acabando con tantas vidas obtenemos la recompensa que todo científico busca: RESULTADOS, a poder ser, significativos. ¿Y esto qué significa? Resultados útiles y publicables en revistas que se precien y decidan que nuestra investigación es lo suficiente buena e innovadora para ser leída por compañeros de nuestro mismo gremio. Porque la verdad es que nunca he conocido a nadie que se compre o suscriba a una de esas revistas mensualmente para estar informado de cómo va la investigación en ecotoxicología, seguridad alimentaria o biorremediación, por ejemplo.

Ahora, tampoco quiero haceros creer que sólo nos dedicamos a acabar con estos seres vivos. Hacemos muchas más cosas, pero me gustaría que entendierais cómo, de esta manera, conseguimos entender tantísimas cosas.

Lo primero es poneros en contexto. Vamos a adentrarnos en el maravilloso mundo de la edafología, que no es otra cosa que la ciencia que estudia el suelo, y tiene como objeto su estudio utilizando las leyes del conocimiento científico para su análisis (Ortiz Silla, 2015).

Analizar y descontaminar

En nuestro laboratorio nunca nos ponen las cosas fáciles, y es que no trabajamos en mejorar las características de suelos agrícolas o industriales; nosotros trabajamos con suelos contaminados con distintos compuestos de todo tipo de naturalezas, muchos de ellos muy difíciles de ser eliminados de nuestras muestras, ya que se encuentran totalmente mezclados con ellas.

Para alcanzar nuestros objetivos, hacemos mezclas de estos suelos contaminados con enmiendas orgánicas para que estas sean capaces de retener o degradar los contaminantes de los que partimos. Muchas veces, incluso les echamos un “mejunje” de bacterias capaces de “comerse” estos contaminantes, para conseguir así eliminarlos de nuestros suelos aunque sea solo de manera parcial.

Después de hacerle mil y una perrerías a todas las muestras de suelo que nos llegan al laboratorio, llega la hora de la verdad. La hora de ver si todo lo que hemos hecho ha servido para algo, llega la hora de empezar con todos los análisis químicos, biológicos, microbiológicos, etc. Y aquí llegamos a los temidos “asesinatos” que ocurren en nuestro laboratorio.

Y es que uno de los análisis que más información nos da de nuestros suelos y que hacemos rutinariamente conlleva eso, matar. ¡Qué miedo!, ¿no creéis? Bueno, pues no es para tanto, no os asustéis, lo único que hacemos es conseguir que todo organismo vivo de nuestro suelo ya no lo esté. ¿Para qué necesitamos esto? Ahora vais a entenderlo, ya que necesitamos hacer esto para realizar una serie de medidas de un ensayo llamado biomasa microbiana por fumigación-extracción. Este ensayo nos ayuda enormemente a conocer lo que está pasando en el suelo, ya que la biomasa microbiana es la fracción que responde más rápidamente a las condiciones ambientales o cambios en el suelo (Bloem, J., Hopkins, D. W., & Benedetti, 2005).

Análisis de laboratorio de una muestra de suelo

El método: un «crimen» necesario

Para realizar este análisis, previamente tenemos que preparar las muestras para que sean analizadas en el TOC, que es un es un analizador de carbono orgánico total y nitrógeno total. Este factor que nos da mucha información para saber cómo seguir nuestros análisis y si vamos por el buen camino con todo el trabajo previo.

Pues comenzamos, ahora vais a ver un poco lo que hacemos para prepararlas. Para ello pesamos siempre 10 gramos de suelo seco en tubos de centrífuga con tapa y dentro añadimos 40ml de sulfato potásico (K2SO4), con una molaridad determinada (0.5M), agitamos y centrifugamos la muestra y, por último, la filtramos para poder llevarla medir al TOC.

Pero aquí no queda todo. Para poder entender esta técnica, tenemos que preparar otras muestras exactamente iguales, también de 10 gramos que ponemos en contacto con cloroformo durante 24 horas, al vacío, en oscuridad 25°C y con humedad. Si no fuera por el cloroformo y estar al vacío casi firmaba yo estar ahí un día entero. Pero, ¿qué creéis que pasará? Pues está claro, aquí es donde ocurre el “asesinato” de tantos seres vivos. Y es que mueren todos los organismos vivos que tenemos en el suelo, no podía ocurrir otra cosa. De esta manera, después de la fumigación con cloroformo, hay un aumento de varios componentes provenientes de las células de los microorganismos del suelo que se vuelven parcialmente extraíbles, cosa que no ocurre en las muestras sin fumigar (Bloem, J., Hopkins, D. W., & Benedetti, 2005).

Bueno, imagino que no os habrá sorprendido demasiado este “asesinato”. Si esperabais algo más grave está claro que a un laboratorio de edafología no tenéis que acercaros. Pero con esto quería que conocierais más de cerca esta técnica que nos ayuda tanto a conocer los suelos con los que trabajamos, y que es capaz de guiarnos en futuros análisis e incluso nuevos experimentos.

Y es que si unimos un análisis como el de biomasa microbiana con otros como la respiración basal del suelo y los ácidos grasos, podemos obtener información muy útil para entender cómo funcionan los suelos y cómo y porqué ocurren todos sus cambios (Bailey et al., 2002).

Así que a partir de ahora cuando penséis en qué hacemos los científicos en nuestros laboratorios imaginad todo lo posible, porque en algún sitio habrá alguien usando técnicas de lo más curiosas para conseguir, seguro, resultados que hagan que la ciencia siga creciendo cada vez a pasos más agigantados.


Referencias

Bailey, V. L., Peacock, A. D., Smith, J. L., & Bolton, J. (2002). Relationships between soil microbial biomass determined by chloroform fumigation-extraction, substrate-induced respiration, and phospholipid fatty acid analysis. Soil Biology and Biochemistry, 34(9), 1385–1389. https://doi.org/10.1016/S0038-0717(02)00070-6

Bloem, J., Hopkins, D. W., & Benedetti, A. (2005). Microbiological methods for assessing soil quality. (CABI Publi).

I. R. Humphreys et al. (2021). Breakthrough of the year. 374. https://doi.org/10.1126/SCIENCE.ABM4805

Ortiz Silla, R. (2015). Síntesis de la evolución del conocimiento en Edafología. Eubacteria, 34, 7.