¿QUÉ ES LA RRI?
Nos lo explica Ana Victoria Pérez, directora de la Agencia DiCYT y la Fundación 3CIN.
Un vídeo de la Unidad de Cultura Científica e Innovación de la Universidad de Burgos, realizado con la colaboración de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología – Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades.
A continuación, la transcripción del vídeo.
¿Qué es la RRI?
Las siglas RRI, responden a la expresión inglesa Responsible Research and Innovation; investigación e innovación responsables en su versión española. El concepto ha ganado fuerza durante en los últimos años gracias a su incorporación como elemento clave a las convocatorias del Programa Europeo de Investigación, Horizonte 2020 y por extensión en otras convocatorias nacionales y regionales.
Orígenes
Su aparición en los textos oficiales y convocatorias ha supuesto una novedad para la comunidad científica, que en su gran mayoría lo considera un concepto reciente. Pero lo cierto es que los orígenes de la RRI se remontan más de medio siglo atrás. El fin de la segunda guerra mundial y el inicio de la guerra fría introdujeron cambios en la manera en la que la sociedad, percibía el sistema científico e interactuaba con él. En otras palabras, la ciencia había dejado de ser un corpus de conocimiento asociado al progreso y a la mejora del bienestar, para convertirse en la fuente de potenciales nuevos riesgos. Las reacciones del público de los años 50 y 60 hacia acontecimientos como el desarrollo del sector nuclear, las consecuencias no previstas del uso de nuevos fármacos como la talidomida, o el impacto ambiental derivado del uso generalización de pesticidas en agricultura, evidenciaron un distanciamiento entre el sistema científico y la sociedad. Se hacía necesario contar con nuevas estrategias que legitimasen el papel de la ciencia, acercándola al ciudadano.
Pero no será hasta comienzos 70 cuando estas inquietudes se materialicen con la puesta en marcha de las «OTA’s»: Oficinas para el Asesoramiento en Ciencia y Tecnología.
A pesar de todo, estos organismos tenían un marcado perfil ilustrado, ya que no dejaban de ser en realidad comités de expertos que asesoraban al gobierno o la élite política sobre las aplicaciones y los riesgos de los nuevos desarrollos científicos y tecnológicos.
La opinión del público no se consideraba aún relevante.
Evolución
Con el tiempo ha sido posible comprobar que el papel de la ciudadanía resulta esencial en diferentes procesos que afectan directamente al desarrollo y evolución del sistema científico, como por ejemplo en los procesos de difusión de las innovaciones. Un desarrollo científico relevante y con aplicaciones útiles para la sociedad puede ser rechazado por los ciudadanos por causas culturales, creencias religiosas o políticas, o coyunturas económicas, ejemplos hay para todos los gustos. Desde el rechazo de las vacunas, por recelo al poder que las multinacionales farmacéuticas pueden ejercer sobre los sistemas nacionales de salud, hasta el rechazo a la píldora contraceptiva por motivos religiosos.
Pero la falta de reconocimiento social afecta también a la ciencia en otras facetas que la dañan más directamente si cave: algunas de sus consecuencias podrían resumirse en el descenso de las vocaciones científicas o en la falta de apoyo que reciben los presupuestos gubernamentales destinados a la financiación de la ciencia y la tecnología.
La evolución de los estudios Sociales de la Ciencia han modificado poco a poco la percepción que políticos y científicos tienen acerca del papel que la sociedad debe adoptar en el desarrollo del sistema científico y tecnológico. Así se pasó del concepto ciencia y sociedad, al concepto ciencia en sociedad y de este al actual ciencia, con y para la sociedad. Ello ha supuesto también un cambio en las estrategias que se han desarrollado para mejorar la implicación del público: El objetivo primordial no se centra ya en alfabetizar a los ciudadanos sobre materias científico-técnicas, o mejor su percepción acerca del sistema científico. El objetivo central se enfoca actualmente en fomentar su participación.
Áreas de acción
Tras más de 50 años estudiando las relaciones ciencia-sociedad, los expertos han decidido que es necesario actuar en 5 áreas principales. Las cinco que dan forma a las actuaciones de investigación e innovación responsables:
Ciencia abierta
El conocimiento, especialmente aquel que se genera con apoyo público, debe estar al alcance de todos y en este contexto existe una inquietud cada vez mayor por limitar el poder que en los últimos tiempos han adquirido las grandes editoriales científicas. Las revistas más importantes, adquiridas por estos grupos se han convertido en ingentes repositorios de conocimiento, cuyo acceso está imitado a quienes tienen los medios económicos para pagarlo.
Ética
Es necesario reforzar y recuperar los principios éticos que deben guiar la investigación para evitar que el sistema científico desaparezca. Engañar o falsear la realidad en cualquier ámbito es una práctica indeseable, pero su impacto sobre el sistema científico es aún mayor. Es imposible construir nuevo conocimiento útil y fiable sobre hechos o sobre datos falsos.
Participación ciudadana
La ciudadanía tiene mucho que aportar y puede convertirse en un elemento clave para el desarrollo científico en un contexto globalizado. Ejemplos interesantes son los movimientos de ciencia ciudadana en los que el público aficionado colabora directamente en el desarrollo de una investigación, por ejemplo, aportando muestras, procesando o depurando datos…
Educación Científica
Tanto la educación formal desarrollada en el aula pero especialmente la educación científica no formal, a menudo puesta en marcha por museos, asociaciones, o dinamizadores culturales han demostrado ser actuaciones relevantes en el despertar de vocaciones científicas. Podríamos decir que resulta imprescindible invertir en divulgación para garantizar la renovación del talento en el sistema de ciencia y tecnología
Género
Al igual que ocurre en otros ámbitos laborales y por motivos similares la incorporación de la mujer al sistema científico ha sido más lenta y en la actualidad se observa un desequilibrio entre el número de investigadoras y el de investigadores que es posible encontrar en determinados ámbitos de conocimiento. Por ello se ha considerado necesario incorporar acciones que corrijan este desequilibrio, evitando así la pérdida de talento.
Conclusión
Considerar estas cinco áreas y diseñar actuaciones específicas adaptadas a los objetivos concretos de nuestros proyectos de investigación, independientemente de la especialidad en en la que trabajemos, contribuirá sin duda a mejorar nuestra propuesta, pero fomentará también el acercamiento de los ciudadanos a la Ciencia.