Autora: Olalla Prado Novoa
Y así es como se mezclan en un enunciado disciplinas tan dispares como la arqueología, la antropología, la biología, las matemáticas o la física.
A lo largo de la larga vida de una estudiante con pretensiones de doctorarse, son muchas las decisiones que nos llevan a la hiperespecialización: ¡empezamos eligiendo el itinerario que más nos conviene durante la educación secundaria! Como que una supiese qué es lo que le conviene a esas alturas…Y, así, poco a poco, es como llegas a ser estudiante de doctorado y te das de bruces con el palabro por excelencia en ciencia: multidisciplinariedad. Multidisciplinariedad significa que, tras emplear la expresión “yo es que soy de letras” desde que tengo uso de razón, si te interesan aspectos de la evolución de nuestra especie, y en concreto de nuestra reproducción, ahora tienes que empezar a coquetear con la biología, la fisiología, la estadística y…¡cuidado! incluso con la física…Es decir, haz hueco en tu cabeza, en mi caso a costa de olvidar mucho de lo que había estudiado durante los 5 años de Licenciatura en Historia, porque ahora necesitas saber lo suficiente del resto de áreas de conocimiento mencionadas, aun a riesgo de terminar no sabiendo de ninguna…y, por supuesto, ya tampoco sobre Historia…
Y es que resulta que la reproducción de cualquier organismo está condicionada por un uso adecuado de la energía de la que dispone 1: dime cuánto gastas y te diré cuánto necesitas comer, si todo va bien, puede que crezca la familia. Tirando del hilo, aquí es cuando entiendes que la capacidad de reproducción de los humanos es un mundo aparte, ¿como si no íbamos a llegar a ser aproximadamente 7500 millones de personas colonizando el planeta? En comparación con el resto de grandes simios [primates de la familia Hominidae: géneros Homo (nosotros), Pongo (orangutanes), Pan (chimpancés) y Gorilla (gorilas)], los humanos crecemos durante más tiempo, lo cual nos permite alcanzar un mayor tamaño a un menor coste 2 que, como adultos destinamos a producir crías más grandes 3 y, por tanto, con mayores probabilidades de sobrevivir. A esto hay que sumarle el hecho de que, además, podemos tener hijos más a menudo que el resto, con un intervalo entre nacimientos de entre los 2 y los 3 años aproximadamente 4, en comparación con intervalos de entre 4 y 8 años para los otros simios 5.
¿La razón? Podrían certificarnos con la etiqueta A+++, porque sí…somos muy eficientes energéticamente hablando.
A lo largo de la evolución de nuestra especie, Homo Sapiens, han sido muchas las adaptaciones que se han producido para llegar a ser lo que somos. Si nos centramos en lo que nos cuesta crecer, mantenernos vivos y reproducirnos, nos caracteriza especialmente el bajo coste con el que lo hacemos, gracias a dos aspectos fundamentales: importantes transformaciones en nuestra fisiología y anatomía, y cambios muy relevantes en nuestro comportamiento 1. Con respecto al comportamiento, todos sabemos que somos una especie social y que, gracias a ello, ahorramos energía, por lo que nuestra vida en comunidad determina muy favorablemente nuestra supervivencia: entre otras cosas, compartimos las tareas y obligaciones para conseguir alimentos 6, compartimos igualmente los recursos que adquirimos 7, aprendemos a hacer uso de diversas tecnologías (el fuego, la elaboración de herramientas…) y se las enseñamos a los demás 8 y, por supuesto, nos cuidamos entre nosotros 9. Pero en este artículo, la intención no es hablar de nuestro comportamiento, sino precisamente del otro aspecto que nos ayuda a ser tan eficientes: los cambios fisiológicos y anatómicos.
Cuando se plantean cuáles son los grandes hitos de nuestra especie a lo largo de su evolución, sin duda el hecho de caminar erguidos es una de las principales ideas que nos vienen a la mente 10. Y es que, efectivamente, este fue un gran cambio con múltiples consecuencias, principalmente físicas 11, haciendo que nuestra anatomía se modificase para asegurar que nos manteníamos en equilibrio sobre dos pies. Entorno a la manera bípeda de desplazarnos, han corrido ríos de tinta y nuestra locomoción se ha estudiado desde múltiples perspectivas: desde la meramente descriptiva, comparando nuestros huesos con los de otros primates 12; pasando por evaluar el coste energético en comparación con el de otros animales cuadrúpedos 13; hasta la más compleja fundamentación física para explicar cada una de las fuerzas causantes de nuestro movimiento al caminar 14.
Y aquí es donde, para una historiadora especializada en arqueología, como yo, se complica el asunto: en el maravilloso mundo de la biomecánica. La mecánica es la parte de la física que estudia el movimiento y el equilibrio de los cuerpos, así como las fuerzas que los producen, por lo que, la bio-mecánica, se refiere a la rama que estudia esto mismo, pero sobre organismos vivos 15. Y es que resulta que, si te interesa comprender los cambios que se producen en nuestro cuerpo debido al embarazo y cómo nos diferenciamos de otros primates y de nuestros antepasados, nuestra locomoción se lleva la palma. A simple vista, el cambio más notable de una embarazada es su aumento de peso, principalmente durante los últimos meses de gestación. Pero este peso no es distribuido uniformemente por el cuerpo, sino que entorno a unos 10 kg o más 16, se situarán ahora principalmente en la zona delantera, a la altura del ombligo, haciendo que sean necesarios muchos reajustes en nuestra forma de caminar para seguir manteniendo el equilibrio sobre ambos pies. Tras poner los ojos en blanco cientos de veces ante una innumerable cantidad de fórmulas matemáticas, e intentar memorizar las Leyes del Movimiento de Newton, descubres que, simplificando mucho, para aumentar la estabilidad corporal, las embarazadas tienden a reducir la velocidad a la que caminan, así como la longitud de sus zancadas, pero aumentan la anchura de sus pasos; también varía la manera en la que se balancea su cadera, o incluso los grados que se flexionan sus rodillas y tobillos, así como las zonas de la planta del pie que soportan el peso y sirven de impulso para dar nuevos pasos 17.

Estos grandes cambios son la razón de los dolores en la zona baja de la espalda para muchas madres 18, pero tienen una excusa, y es que son necesarios para que sigamos siendo eficientes y que, para una embarazada de 34 semanas, por ejemplo, salir a caminar no suponga un aumento en gran medida del coste de estar viva. Es por esto por lo que ahora merece la pena estrujarse más los sesos, esforzarse y pelear contra (o a favor de) las leyes de la física, para seguir descubriendo cuáles son las razones por las que somos únicos entre los primates y qué adaptaciones están detrás de nuestro éxito reproductivo, aun a costa de seguir olvidando la materia de mi Licenciatura y empezar a poner en riesgo el contenido del Máster.
Texto e imagen elaborados por Olalla Prado Nóvoa: Estudiante de Doctorado de la Universidad de Burgos, Programa de Doctorado en Evolución Humana, Paleoecología del Cuaternario y Técnicas Geofísicas Aplicadas a la Investigación. Paleofisiología y Ecología Social de homínidos, Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH).
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