Artículo ganador del Segundo Premio en el «I Concurso de artículos de divulgación científica» de la Universidad de Burgos.

Autor: Carlos Díez Lomana.


Muchos investigadores coinciden en que Jean-Jacques Hublin estaba obsesionado con Jebel Irhoud, ya que sus primeros pasos en la ciencia antropológica comenzaron con el estudio de una mandíbula de este yacimiento, denominada Irhoud 3, que publica en 1981. Su maestro Jean Piveteau se la había confiado, con la advertencia de la dificultad que tendría para clasificarla en el árbol evolutivo de los seres humanos. Además, es probable que Hublin tuviera una cuenta pendiente con el Norte de África. Él nació en Argelia y es hijo de “pieds-noirs” (literalmente pies negros), nombre con el que se conoce a los franceses que tuvieron que abandonar precipitadamente ese país con la guerra y la posterior independencia argelina en 1961.

Jebel Irhoud, o montaña Irhoud, se encuentra en el suroeste de Marruecos, en la provincia de Youssoufiay este mes estaba en la portada de la mayor parte de los periódicos del mundo, debido a los resultados obtenidos durante su excavación arqueológica. Cuando creíamos que todo encajaba, que la genética, la geografía y los hallazgos fósiles iban de la mano, Hublin ha obtenido unas nuevas fechas que colocan la aparición del Homo sapiens, de nuestra especie, casi 100.000 años más atrás de lo que se pensaba; ¡y encima en el Norte de África!, lejos de donde todos buscaban, en África oriental.

Figura 2: Vista del yacimiento de Jebel Irhoud, con los arqueólogos trabajando en los reducidos vestigios que se han conservado. Crédito: Shannon McPherron, MPI EVA Leipzig.

El camino no ha sido fácil. De la sima-cueva de Irhoud queda muy poco sedimento. Los primeros fósiles (dos cráneos y una mandíbula) se obtienen en 1960 a través de actividades mineras. El sitio era famoso por contener abundante baritina, un sulfuro de bario que se emplea como blanqueante en pinturas y en vasijas, así como para recubrimientos. Un minero vio que con su pico había levantado un cráneo humano, organizándose a continuación varias campañas amateurs que sacaron a la luz media docena de restos humanos. De ninguno de ellos había una precisa referencia estratigráfica. Se extrajeron con poco cuidado, empleando incluso la dinamita, hasta que, a finales de los años 60, un especialista en Prehistoria, J. Tixier, desarrolla varias campañas de excavación, recuperando in situ restos humanos e instrumentos de piedra. Se creía que tenían 40.000 años. Hublin analiza un fragmento de húmero y se da cuenta que no son neandertales, como muchos pensaban, son primitivos Homo sapiens, aunque investigadores como Stringer hagan notar que tienen dientes grandes, cejas muy prominentes y una gran protuberancia en la parte de atrás del cráneo, en el occipital. Este “moño” ha hecho correr ríos de tinta (abstenerse los vascos o los lapones de consultar la Wikipedia: serán etiquetados como primitivos), ya que para algunos son una prueba de la hibridación entre neandertales y norteafricanos.

En el año 2004, ya consagrado Hublin como flamante director del Departamento de Evolución Humana del prestigioso instituto Max-Planck de Leipzig (Alemania) solicita realizar en Irhoud una excavación arqueológica, en unión de sus colegas marroquís del Instituto Nacional de Ciencias de la Arqueología y del Patrimonio en Rabat. Ha recuperado, en apenas un palmo de terreno, 22 restos humanos de cinco individuos, de los que tres son adultos, un adolescente y un niño.

Figura 4: Reconstrucción virtual de un homínido de Jebel Irhoud escaneando varios fósiles del yacimiento crédito Philip Gunz, MPI Eva, Leipzig.

Casi todos parecen concentrarse en la parte inferior de la secuencia de la cueva, en el denominado nivel 7. Junto a ellos hay numerosos restos de animales: gacelas, jirafas, cebras, rinocerontes, chacales, hienas, leopardos… Los herbívoros muestran señales de que fueron consumidos por los grupos humanos, que en esa época eran cazadores-recolectores. Aparecen también rodeados de múltiples herramientas de sílex y cuarcita. Felizmente, muchas de estas herramientas se quemaron en los hogares que los homínidos hicieron para calentarse y asar a los animales, lo que ha permitido aplicar una técnica muy fiable para conocer la edad de sitios arqueológicos.

Figura 3: Utensilios de sílex del nivel 7 de Irhoud. Predominan raederas y puntas. Se obtuvieron con la técnica levallois y se adscriben al Paleolítico medio. Crédito: Mohammed Kamal, MPI EVA Leipzig

Daniel Richter, formado en la Universidad alemana de Tübingen, es un consumado especialista en la obtención de fechas. La datación por luminiscencia se basa en medir cuándo se ha producido en una piedra, un diente o un grano de cuarzo del sedimento, su última exposición a una alta fuente de calor (por ejemplo, el sol o el fuego de un hogar). Los sílex quemados de Irhoud arrojaron una edad de unos 315.000 años, lo que concordaba con la fecha que acababan de obtener sobre un diente mediante Electro Spin de Resonancia, que permite medir electrones atrapados durante la mineralización, que era de unos 286.000 años. Estas fechas hicieron temblar a todos los miembros del equipo, ya que eran un terremoto sobre el edificio que se ha ido construyendo en los últimos 20 años en evolución humana.

La búsqueda de nuestras raíces es una investigación apasionante. Hace unos 6 millones de años los antepasados de los chimpancés y bonobos y de los humanos se separaron. A estos últimos se les denomina homininos, caracterizados por andar de manera preferente sobre dos piernas. El siguiente gran corte aconteció hace casi tres millones de años, momento en el que aparecen los humanos (los famosos Homo habilis y Homo erectus), separándose de formas como los australopithecus o los paranthropus, géneros ambos de cerebro pequeño y dieta casi exclusivamente vegetariana. El trabajo en Jebel Irhoud, que ha merecido ser portada de la revista Nature, la publicación reina de la investigación científica generalista, se refiere a la tercera gran división, la que aconteció entre nuestra especie Homo sapiens y los restantes tipos humanos que poblaban la tierra, como los neandertales o los denisovanos, todos ellos desaparecidos.

Figura 5: Diagrama con los homínidos de los últimos 800.000 años. La estrella amarilla indica la posición de los fósiles de Irhoud, quizá procedentes (o no) de H. rhodesiensis. Basado en Hublin, 2017.

Hasta hace unas semanas, creíamos que nuestra especie había surgido en Etiopía. Los restos de Omo Kibish y Herto tenían una edad muy cercana a la proporcionada por los análisis genéticos, los cuales afirmaban que procedíamos de grupos que vivieron en esa área hace unos 200.000 años. Los restos de Irhoud desmontan esas creencias.

En primer lugar, parece que hubo cambios evolutivos muy rápidos y que la especie humana que vivía en África, Homo rhodesiensis, adquirió primero una cara como la nuestra, plana y con fosa canina como en Irhoud, y luego, progresivamente, adquirió el mentón, se redujeron las cejas, el cráneo ganó en altura y se redondeó el occipital (como en Omo y Hertho). En Atapuerca ya se demostró que la cara parece evolucionar con más rapidez que el resto del cráneo entre los homínidos.

A pesar de mantener algunos rasgos primitivos, su desarrollo era como el nuestro. Tanya Smith estudió el año 2007 una de las mandíbulas de Irhoud, adscrita a un niño muerto a los 8 años de edad. La Doctora Smith se puso a contar cada una de las microscópicas líneas de incremento de los dientes, indicativas de su momento de erupción, su crecimiento y su desgaste, llegando a la conclusión que el patrón de desarrollo de esos individuos era casi idéntico al nuestro, lento, y diferente a los neandertales y a antiguos miembros del género Homo, que es más rápido. Eso significaba que tenía una infancia larga como la nuestra, muy apta para una socialización y aprendizaje prolongados.

La pericia técnica de esos homínidos se manifiesta en la gestión de las herramientas. Algunas las obtuvieron de 32 kms de distancia, demostrando que planificaban y seleccionaban sus instrumentos. Además, es frecuente que empleen la denominada técnica levallois, un método para obtener utensilios (raederas y puntas, sobre todo) de forma predeterminada, propio de las industrias del Paleolítico medio como el musteriense europeo. Hublin sospecha que la aparición del Homo sapiens y ese repertorio técnico (conocido como “Middle Stone Age” en África) pudieran estar relacionados, y de nuevo Irhoud sería el sitio más antiguo en el que se demuestra dicha asociación, poco antes de que lo veamos en Etiopía (Gademotte), Kenia (Baringo) o Sudáfrica (Kathu Pan).

Todo parece indicar que en esa época no existía el desierto del Sáhara. El medio era seco, pero con arboledas dispersas junto a lagos y ríos, lo que permitió el tránsito de homínidos y su mezcla genética, sin ningún tipo de barrera climática. Es probable que Homo sapiens sea una especie panafricana, y no circunscrita a un área concreta. Es una lástima que en Irhoud no se haya conservado ADN para contrastar estos movimientos migratorios.

Hublin no cree en un solo punto de origen de la humanidad, en una cuna primigenia, a la manera en que nos lo presenta la biblia en el Jardín del Edén. Su idea es que los seres humanos van surgiendo en todo el ámbito africano, pero desterrar símiles religiosos o frases nacionalistas no va a ser fácil. Irhoud, remedando al fallecido Goytisolo, que vivía en la cercana Marrakech, se ha convertido en las nuevas “señas de identidad” de Marruecos: el Director de Patrimonio, Abdellah Alaoui, cree que su país será una especie de Meca para los investigadores y el ministro de cultura, Mohammed El Aaraj, declaró en rueda de prensa, que los hallazgos demostraban que la humanidad “nació en Marruecos”.

Enlaces

Dataciones: https://www.nature.com/nature/journal/v546/n7657/full/nature22335.html

Fósiles: https://www.nature.com/nature/journal/v546/n7657/full/nature22336.html

Vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=ZpetHNH9rp8