Han transcurrido casi ocho meses desde ese día en el que se decretó el estado de alarma y en el que nos vimos sumergidos en una realidad imprevista, nueva, desconocida y desconcertante. Y realmente la situación ha cambiado poco. El poder impartir la docencia de forma presencial o mejor dicho combinada (puesto que parte de los alumnos asisten a clase en modalidad telepresencial), ha sido acogida con alegría y optimismo por parte del alumnado y el profesorado. La Universidad de Burgos se ha volcado para dotar de recursos y medios que garanticen una docencia segura y la comunidad universitaria, muy concienciada, está cumpliendo con las medidas preventivas establecidas. Sin embargo, los casos positivos que, cada vez con mayor frecuencia, vemos a nuestro alrededor, los datos que nos aportan los medios de comunicación, tan poco halagüeños, las medidas restrictivas cada vez más severas… nos hace pensar en una vuelta a los meses de esa primavera que pasó sin sentirla de cerca.

Y de este modo afloran la incertidumbre, la inseguridad y el miedo. Y hacen recordar el impacto que el confinamiento y la pandemia generó en el bienestar psicológico de estudiantes y profesores. En esos momentos, tal y como reflejan los resultados del Estudio internacional sobre el Impacto Psicológico del COVID-19 en estudiantes y profesores universitarios, realizado por profesorado de la Facultad de Ciencias de la Salud de la UBU, estaban presentes el miedo a las consecuencias socioeconómicas, a que la situación se alargara, a que afectara en la concentración y el rendimiento y a no desempeñar de forma óptima las tareas docentes. Se percibía una sobrecarga de trabajo, una mayor dedicación temporal al mismo, inseguridad ante lo que implicaba una docencia no presencial impuesta, desconfianza frente a la evaluación online y una sensación de sobrecarga emocional.

La pandemia y el confinamiento han dejado huella, tal y como indica el estudio citado, en el estado emocional de estudiantes y docentes de la Universidad de Burgos, pero de manera especial en los estudiantes quienes mostraron un mayor riesgo de depresión. Revelaron alta puntuación en indicadores referentes a aspectos como el desánimo por el futuro, dificultad para realizar actividades, problemas de sueño, ausencia de satisfacción, irritabilidad, entre otros. Por otra parte, se constató que contar con recursos de afrontamiento ante situaciones de crisis es fundamental para mitigar sus efectos. Los profesores revelaron puntuaciones más elevadas en afrontamiento lo cual puede explicar que en ellos el impacto emocional generado por la situación fuera menor.

La pandemia por COVID-19, tal y como se muestra en el mencionado trabajo de investigación, supone un desafío para la Salud Mental, al poner de manifiesto su fragilidad. El aumento de los trastornos psicológicos es una realidad. La situación insólita y prolongada que estamos viviendo, con efectos tan dañinos, vulnera la salud mental, convirtiéndose en una amenaza para el bienestar psicológico de toda la población y en concreto de estudiantes y docentes universitarios, quienes están sometidos a un importante estrés emocional.

Autora:
María Ángeles Martínez Martín, miembro del equipo de profesores de la Facultad de Ciencias de la Salud que ha desarrollado el Estudio internacional sobre el Impacto Psicológico del COVID-19 en estudiantes y profesores universitarios, en colaboración con la Universidad de Salamanca y las Universidades Sergio Arboleda y, Metropolitana de Colombia.